SALUDO AL X CAPÍTULO ESPAÑA SUR
Muy queridas hermanas: Bienvenidas a todas!
Un cordial y navideño saludo para cada una! En mi
nombre y de todo el Gobierno general que, aun en la distancia, están
acompañándonos con su oración, en la reflexión, la búsqueda, el trabajo y el
gozo.
Ahora, igual que en XVI Capítulo general, quiero
que mi saludo sea una invitación y la expresión del deseo de que vivamos
este X Capítulo como ENCUENTRO.
Estamos reunidas hermanas de diferentes edades, visiones, experiencias, lugares; pero
todas, llamadas a la misma vocación y miembros de la misma familia. ¡Hagamos,
pues, del Capítulo un encuentro de familia!
La vida se
gesta y desarrolla en el encuentro hecho
de acercamiento, interés mutuo y reciprocidad; de comunión en la fe, en la
vocación, en la misión; de experiencia de Dios gozosa y compartida…
El
encuentro se teje en el diálogo. Me impresiona que Pablo VI lo
propusiera como el medio apostólico
fundamental para la misión de la
Iglesia. Un dialogo que tiene en Dios su origen y tiene
las características de Dios… “El diálogo debe caracterizar nuestro oficio
apostólico… ya que tiene su origen en Dios: Él nos amó el primero (I
Jn.4, 10)” y salió a nuestro encuentro en su Palabra hecha carne.
Continúa
Pablo VI diciendo que:
Nuestro
diálogo debe ser sin límites y sin cálculos y caracterizado por:
La
claridad que revista todas las formas de nuestro lenguaje…
la afabilidad que Cristo nos exhortó a aprender de El mismo... (Mt. 11,29);
el diálogo no es
orgulloso,
no es hiriente,
no es ofensivo.
Su autoridad es
intrínseca por la verdad que expone,
por la caridad que difunde,
no es un mandato ni una
imposición.
Es pacífico, evita los modos violentos,
es paciente, es
generoso…
se realiza en confianza,
tanto en el valor de la propia palabra como en la disposición para acogerla por parte del interlocutor;
el dialogo promueve la
familiaridad y la amistad;
entrelaza los espíritus
por una mutua adhesión a un Bien, que excluye todo fin egoistico… (ES).
Estamos juntas, reunidas, pero este grupo se edifica como comunidad capitular sobre la
escucha, reconociendo y aceptando nuestra diversidad; dejándonos enriquecer por
la otra; relacionándonos en verdad, en apertura, respeto y acogida… en el dar y
el recibir; en la pregunta y la respuesta; y en la contemplación de la realidad
de la otra… Toda forma auténtica de comunidad surge y se alimentan del misterio
del “encuentro” de unos con otros. Toda comunión brota y se fortalece en el
encuentro con el Misterio de Dios, relación profunda de amor y entrega
mutua, presente en cada uno… Es el mismo Dios que habita en cada una quien
nos sale al encuentro a través de las otras… en sus palabras, gestos,
actitudes, cualidades y límites…
Para que el
Dios que me habita se encuentre a través de mi con el Dios que habita la
hermana, necesitamos aceptar con gozo que todas tenemos nuestra particular
manera de ser, de ver, de sentir, de hacer. Todas tenemos diversas experiencias
culturales y familiares que nos han marcado; todas tenemos luces y sombras;
dones y carencias; posibilidades y límites… Y Dios está en nosotras y entre
nosotras amando lo que somos, y sobre todo lo que podemos llegar a ser si le
dejamos actuar a El en y por nosotras…
Insisto en
este tema porque me parece clave. Tenemos que convencernos que Dios, así
distintas como somos, nos ha llamado a la misma vocación y convocado para una
misión, aquí y ahora. Solo en la medida en que en cada una haya apertura,
escucha, acogida de la otra, hay buena noticia, hay presencia de Dios… Lo demás
no “da a luz” la comunión, y sin comunión no está el Señor. El fruto del Capítulo
dependerá, en gran medida, de la densidad de encuentro que seamos capaces de
crear… El resto de la tarea se hará casi sola si conseguimos esto…
La comunidad
capitular tiene como misión “promover la vitalidad espiritual y apostólica de la provincia y adaptarla a la comunidad general” (C
143). “Evalúa el estado de la
Provincia … Decide el modo de actuar en el futuro aplicando las normas y directrices del
capítulo general…” (C 144).
Estoy segura
que van a poner de su parte toda su vitalidad, entusiasmo, creatividad y
compromiso en la búsqueda de cómo aterrizar para la Provincia la tarea que el XVI capítulo nos ha encargado:
embarcarnos “en un itinerario progresivo de reestructuración personal, comunitaria
y como cuerpo apostólico congregacional, con el fin de renovar nuestra vida y
misión… (DC 5, 32).
El XVI Capítulo también ha expresado los “dos
Proyectos apostólico que actualmente considera urgentes: Pastoral Vocacional y la Promoción de la JPIC ”. Creo que a estas dos dimensiones
apostólicas el X Capitulo tendrá que dedicarles una especial atención ya que
ambas son, en este momento, desde distintas perspectivas, de gran trascendencia
para el futuro, de la
Congregación en si misma y de la sociedad en que vivimos, en
la cual, por nuestra vocación, estamos llamadas a hacer presente el Reino de
Dios.
La aplicación a nuestra Provincia de las opciones
capitulares exige conversión, compromiso y éxodo. El Capítulo, aunque es
provincial, no debe olvidar que es la concreción en el espacio de la
“Congregación” y debe pensar, sentir y vivir en totalidad; pasar del “yo”
personal, comunitario y Provincial al “nosotras” Congregacional…
Particularmente en el momento histórico que vivimos debemos ampliar el
horizonte, mirar y contemplar la Congregación , levantar la vista más allá de
nuestra pequeña y cercana frontera de Organismo, nación, raza, lengua, trabajo
apostólico… al cuerpo Congregacional, al mundo y sus necesidades de
evangelización. Para integrar nuestra reestructuración en el cuerpo apostólico
necesitamos apertura de mente y corazón y ensanchar
nuestra tienda a la realidad, urgencias y necesidades, de toda la Congregación.
En general, realizamos un intenso trabajo, pero la llamada capitular
es a más calidad y radicalidad. Lo
que somos y hacemos, o el cómo lo hacemos, no basta para el ahora que vivimos.
No se trata de cantidad, sino de calidad de opciones, de discernimiento sobre el qué, el dónde y el cómo. Y hacerlo como FAMILIA, como CUERPO Congregacional.
Los desafíos del mundo son tan grandes, se nos
presentan muchas dificultades pero también oportunidades; sentimos llamadas y
miedos. Nos sentimos pequeñas y débiles y no resulta fácil encontrar
respuestas. A veces la falta de hermanas y el apego “al organismo” es fuente de
miedo y ante el riesgo tendemos a
cerrarnos y defendernos. Ser pocas no es el problema, el problema es ser tibias
porque pocas con espíritu hacen más que
muchas sin él. El Reino de Dios es pequeño, humilde, crece desde dentro
cuando la semilla está viva.
Precisamente
porque somos pocas necesitamos más fe y
confianza en que Dios hará su obra a través de nosotras, si somos fieles a
la vocación que nos ha confiado. No importa el número ni la edad, sino la fuerza de la Vida de Dios en nosotras,
la esperanza que promovemos, y la libertad y disponibilidad misionera que nos
da la pobreza evangélica cuando la vivimos.
Este aquí
y ahora nuestro es el momento y lugar precioso que nos exige esperanza y
lucidez¡. Es el tiempo de avivar la
FE !. Y, como nos pedía nuestra Madre Fundadora, ¡FÍENSE
MÁS DE DIOS!. Precisamente es este el tiempo oportuno para vivir
la confianza y seguridad en Él. (C. 1869
T. IV, c. 9, art. 3, n. 27).
Estamos contemplando en estos días precisamente
el misterio de la
Encarnación … de un Dios que “deja su mundo y sale”, se
empequeñece, se arriesga, cruza fronteras y se hace uno de nosotros… pidamos al
Señor la gracia de sentir sintonía con sus actitudes para hacernos hermanas de toda
realidad en la que él habita… Hay mucho camino que recorrer. ¡Qué con la
fortaleza del Señor no nos paralicemos ante las dificultades, la aparente falta
de fruto, la lentitud de los procesos, la diversidad de ritmos… y ¡que el Señor
nos conceda confianza y solidaridad mutua!.
María de Nazaret, que acompaña a la Congregación en su
travesía por la historia desde el inicio, caminará con nosotras, invitándonos
siempre a abrirnos y acoger la
Palabra para encarnarla en nuestro hoy.
Madrid, 28 de diciembre de 2011
María Soledad Galerón
Superiora general
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